martes, 27 de octubre de 2015

El Gran Tiempo: Una introducción (1982) - Parte I

Portada de El Gran Tiempo, para la edición doble de Ace


Fritz Leiber es un maestro de la fantasía, de la ciencia-ficción y del terror, pero ante todo es un maestro de la literatura. Y para muestra, la que quizás sea su segunda obra más conocida y la que más polémica ha creado en torno a su figura: El Gran Tiempo (1958), ganadora del premio Hugo de ese mismo año (el cuarto, en la historia de los premios Hugo).

Pero del tema de la polémica hablaremos con calma más adelante. Hoy me quiero centrar en una introducción a El Gran Tiempo redactada por el propio Fritz Leiber con motivo de una nueva edición de la novela de 1982. ¿Quién mejor para presentarnos un libro que su propio autor?

El texto original lo podéis encontrar en la web de Library of America, junto con más material sobre el autor. Lo que aquí os presento es la traducción de dicha introducción, texto que se encuentra bajo dominio público. Me temo que el resto del material no voy a poder traducirlo por no poder costear las tarifas que me han pedido desde la web. Aún así, os recomiendo que les echéis un vistazo.

Una de las ilustraciones de Virgil Finlay para Galaxy Science Fiction,
la revista en la que apareció publicado el relato en  marzo y abril de 1958



EL GRAN TIEMPO: UNA INTRODUCCIÓN (1982)

El muro interior que quedaba en pie del edificio derruido conservaba el patrón de lo que había sido destruido: tres plantas y una escalera; mugriento pero con rectángulos clareados donde habían estado colgados los cuadros o donde reposaban los muebles; una dominante y embrujada extensión plana.

Mi amigo Art Kuhl, autor de Royal Road y la novela aún más impactante Obit (hasta lo que sé, nunca publicada) dijo, «¡Vaya reto para Gully Jimson!». Se sorprendió de que nunca hubiera leído The Horse's Mouth, de Joyce Cary, y en consecuencia no supiera nada del pícaro pintor anciano que no era capaz de observar una gran pared vacía sin sentir la necesidad irresistible de pintar un mural, aunque fuera a ser derribada al día siguiente.

Yo respetaba a Art. Me leí el libro de un tirón y también las otras dos novelas de la trilogía, Herself surprised y To Be a Pilgrim, que tratan de los mismos acontecimientos pero desde tres puntos de vista distintos, y caí presa del estilo que podemos llamar primera persona embellecida o intensificada: no solo cada historia está contada por una persona, sino que él o ella posee una manera única y muy colorista de hablar, con todo tipo de pequeñas excentricidades muy vívidas del lenguaje —incluso piensan de manera diferente.

Así que (aunque no lo sabía entonces), acababa de nacer Greta Forzane, con sus bromistas eyaculaciones religiosas y su modo de hablar franco, elegante y deliberadamente lindo —siempre la niña pequeña en un insinuante acto de comedia.

No había escrito nada durante cuatro años, mi sequía creativa más larga. Sabía por experiencia que, ante esa situación, una historia en primera persona es la mejor manera de romper el silencio —soluciona el problema de lo que puedes contar y lo que no, mientras que en una historia en tercera persona puedes contar cualquier cosa, un fárrago de matices y riquezas, y decidí que mi siguiente relato sería en esa primera persona intensificada de Joyce Cary.

Siempre he sentido fascinación por los cuentos de viajes en el tiempo, donde soldados de distintos tiempos son reclutados para combatir codo con codo en una guerra —tiene algo de irresistible poner juntos a un Doughboy (N.d.T. soldado americano de la Primera Guerra Mundial), un Húsar, un Landsknecht (N.d.T. mercenarios alemanes de los siglos XV-XVII) y un Legionario Romano en la misma tienda— y es también excitante pensar en una guerra peleada en y a través del tiempo, donde las batallas pueden cambiar el pasado (uno de los aspectos puramente imposibles, pero ¿quién sabe? Olaf Stapledon escribió sobre oscilarlo) —es un viejo tema menor en ciencia-ficción; recuerdo historias de Ed Hamilton y, creo que, Jack Williamson. Me propuse escribir una de esas historias y poner el énfasis en los soldados más que en las dos (¿o más?) facciones en guerra. Éstas serían grandes y oscuras, de tal manera que no sabrías con certeza en qué bando estabas luchando y en el mejor de los casos solo tendrías la sensación de que estás defendiendo algo malo frente a algo peor —un predicamento familiar en el hombre.

martes, 13 de octubre de 2015

Los orígenes de Fafhrd y el Ratonero Gris (Parte III)

Tercera y última entrada dedicada a la traducción del artículo aparecido en la revista Dragon número 30, correspondiente a octubre de 1979, en el que Franklin C. MacKnight, amigo común de Harry Fischer y Fritz Leiber, nos ofrece una visión única de la juventud de ambos y el nacimiento del mundo de Lankhmar. Podéis encontrar aquí la primera parte y la segunda parte de la entrada.

El trasfondo del escenario de Lankhmar está, pienso, enraizado en la épica del norte de Europa, los trabajos de Robert E. Howard y Lord Dunsany, más el efecto general de las distintas sagas de Edgar Rice Burroughs. Es interesante que el nombre original de Harry se deletreaba Lankmar y así aparecía en los primeros mapas de Martha. En uno de estos que enviaron a Fritz, la "n" en Lankmar estaba dibujada con una inclinación que lo hacía parecer una "h". Esta confusión pudo ser la causa de que Fritz escribiera el nombre con una "h" adicional y una "n" mal situada en su primera historia (Fritz mantiene que el cambio de ortografía no fue deliberado).


Sheelba y Ningauble, la otra pareja de Lankhmar


La mitología original también contenía otros personajes secundarios (Pulgh y Movarl están ahora inmortalizados en el juego editado), de los que los más importantes eran los misteriosos magos y semi-dioses Ningauble y Sheelba, que figuraban principalmente en la concepción de Harry más que en las primeras historias de Fritz. Ningauble se pronunciaba (al menos en origen) NING-ga-BULL (NdT. "Níngabul" en castellano), con el acento principal en la primera sílaba y el secundario en la última. Si la palabra "Ningauble" no refleja esto en condiciones, entiendo que es culpa de Harry: él, no Fritz, creo esa palabra. Parece como si se tuviera que pronunciar Nin-GAW-ble (NdT. "Ningábel" en castellano).

En los primeros días de la saga pregunté a Harry: "Si tú eres el Ratonero y Fritz es Fafhrd, ¿dónde encajo yo?".

"Tú eres Ningauble", me respondió, ¡aunque probablemente solo para satisfacerme! (Debería haber dicho: "¿Qué te hace pensar que tienes un lugar en esto?"). Siempre asumí que Sheelba representaba a Martha, pero no recuerdo que nadie lo afirmara. Fue un shock para Harry y para mí descubrir que Fritz presentaba a Sheelba con género masculino en el comienzo del relato Las espadas de Lankhmar. Fritz siempre había atribuido género masculino a Sheelba del Rostro Sin Ojos y también se sorprendió de averiguar lo contrario una vez de que el libro estuvo publicado. (NdT. En el artículo original, MacKnight se refiere a Sheelba como "she-he (or it)"; es decir, "él-la (o ello)". A pesar de la confirmación de Leiber, se sigue atribuyendo popularmente al personaje de Sheelba un género ambiguo).

Y así termina el artículo publicado en el número 30 de la revista Dragon. Hubo una segunda parte (Dragon número 31, noviembre de 1979) y hasta tercera parte (Dragon número 33, enero de 1980), con aportaciones a modo de corrección de tanto Leiber como Fischer, pero que no voy a traducir por resultar solamente de interés para aquellos que (suertudos ellos) posean una copia del juego de tablero original.

Espero que os haya resultado tan fascinante como a mí descubrir cómo los orígenes del Fafhrd y el Ratonero Gris se remontan a un juego de tablero (proto-juego de rol, si me permitís la audacia). Es conocido que R.L. Stevenson y H.G. Wells eran apasionados de los juegos, pero sorprende ver que, una técnica habitual hoy como lo es desarrollar un escenario literario a partir de un juego, sucedió en la mente de estos dos jóvenes cuarenta años antes de la creación del primer juego de rol.

martes, 6 de octubre de 2015

Los orígenes de Fafhrd y el Ratonero Gris (Parte II)

Seguimos con la traducción del artículo aparecido en la revista Dragon número 30, en octubre de 1979, escrito por Franklin C. MacKnight, amigo común de Fritz Leiber y Harry Fischer y que estuvo allí, como se suele decir, cuando comenzó todo. Si te perdiste la primera parte del artículo, la puedes encontrar en esta entrada.

El joven Fritz Leiber en los años 30


Y vamos ahora con Fritz. Nos conocimos en la Universidad de Chicago cuando me matriculé en 1929. Por aquel entonces solía firmar como Fritz Richmond Leiber para evitar ser Fritz Leiber Jr. (Realmente no tenía un segundo nombre). Henry Richmond era el seudónimo que empleaba para las obras de teatro de la compañía shakespeareana de Fritz Leiber Sr. Fritz podía interpretar papeles de adulto desde temprana edad por su altura por encima de la media y se había unido a las giras de la compañía durante los veranos.

Podría parecer que Fritz y yo estábamos destinados a conocernos. Fijaos en esta ristra de casualidades:

Ambos estudiábamos la carrera de Psicología.

Lo habitual en la Universidad de Chicago era estudiar tres asignaturas por cuatrimestre. Estábamos juntos en dos de las tres, Cálculo II y Fisiología pre-médica (Fisiología era un requisito para los estudiantes de Psicología, pero creo que él y yo éramos los únicos en escoger cálculo).

Ambos nos inscribimos en el torneo de ajedrez y fuimos elegidos para competir en el equipo universitario.

Lo más improbable de todo era que nos habían asignado asientos contiguos para los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Chicago; ciertamente improbable porque él había comprado sus entradas en Chicago y yo las había adquirido por correo desde Louisville.

A pesar de que todo esto nos apuntaba a conocernos, tardamos cinco o seis semanas y dos conciertos de la sinfónica en empezar siquiera a hablarnos. Los dos éramos así de reticentes en lo social. Ocurrió de sopetón. Era la primera competición de ajedrez, y en la celebración posterior en el apartamento del capitán del equipo, la conversación nos reveló que él y yo parecíamos haber leído los mismos libros no académicos, particularmente Sax Rohmer y ciencia-ficción. Después de este encuentro de mentes, Fritz y yo nos hicimos rápidamente amigos íntimos. Fritz, por lo visto, nunca había conocido a nadie con gustos similares: había vivido en una especie de vacío intelectual.

Durante las vacaciones de primavera (marzo de 1930), Harry, que acababa de abandonar la vida académica, vino a Chicago a visitarme. Sabiendo por mi descripción de Harry que éste era otra persona con sus mismos gustos intelectuales, Fritz no tuvo ninguno de sus reparos habituales, y Harry y él se hicieron amigos inmediatamente. A lo largo de esa semana de visita, creo que Harry vio tanto de Fritz como de mí. Después de volver a Louisville, comenzó su correspondencia con Fritz. Fritz aceptó a Harry porque era un espíritu afín, y reaccionó favorablemente al encanto extrovertido de Harry. A Harry le atraía de Fritz su gran intelectualidad, su encanto personal, el glamour de su experiencia en el teatro y, por último aunque no menos, sus 1,92 m de estatura.

Era el último aspecto que dio comienzo a los mitos. Fafhrd y el Ratonero Gris eran la apoteosis del hombretón y el bajito que forman equipo.

El Ratonero Gris representaba a Harry, idelalizándolo pero sin exceso. Harry no solo era mentalmente como el Ratonero, sino también fibroso, rápido y fuerte (mucho más fuerte que yo), aunque no sobresalía en ningún deporte. Aprendió esgrima de mí, después de mi primer año en la Universidad de Chicago, pero nunca compitió. ¡Con tiempo y práctica creo que podría haber sido tan buen espadachín como el Ratonero!

Fafhrd representaba la idealización del hombre grande, con Fritz como modelo físico: fuerte, astuto, valiente, nórdico, con todas las aptitudes de combate de los héroes épicos. No era el Fritz real ni de lejos, más volcado en aquella época en sus habilidades mentales que en las físicas. Fritz era de una inteligencia gigante, y cuando lo conocí por primera vez en su segundo curso de universidad, tenía un expediente académico perfecto. Continuó cerca de la perfección a lo largo de su carrera universitaria y fue elegido Phi Beta Kappa en su año de novato.

Temperamentalmente, estaba muy lejos del festivo y beligerante Fafhrd. Creo que la introversión y la reticencia social de Fritz podrían haber sido una reacción a la abrumadora extroversión de su padre y su madre. Pero como actor de oficio, Fritz podía disfrazar sus reservas naturales con éxito cuando la ocasión lo demandaba.

Pienso que Harry tuvo un efecto importante en Fritz, casi obligándole a convertirse en escritor solo por responder las formidablemente largas cartas de Harry, correspondiendo ficción con ficción, fantasía con fantasía y bocetos de personajes con bocetos de personajes. La identificación de Fritz con Fafhtd pudo haber tenido cierto efecto, hasta cierto punto, en modificar la imagen que tenía sobre sí mismo. Y opino que el ciclo de Lankhmar puede que sea la mayor reivindicación de Fritz para la fama literaria permanente, aunque no por ello la única. Algunos pueden decir que sus obras de arte son trabajos que no pertenecen a Lankhmar (por ejemplo, Esposa Hechicera). Probablemente, el propio estilo literario de Fritz debe mucho a la influencia de Harry.

Mi propia influencia en Fritz es indirecta y es principalmente que, sin mí, no habría conocido a Harry, el que puede haber sido su influencia más importante en la vida. Pero hay otras dos influencias indirectas.

Yo introduje a Fritz en Lovecraft y la revista Weird Tales. A principios de los años 30 no había fans de Lovecraft más allá de los lectores de la revista.

Y yo contribuí en el aprendizaje de la esgrima por parte de Fritz. Cuando le conocí era un entusiasta del tenis y había cursado sus créditos de educación física en Chicago en ese deporte. Era, creo firmemente, muy competente, pero no lo suficiente para participar en el equipo universitario. Mi entusiasmo por la esgrima le hizo cambiar sus dos últimos créditos universitarios a este noble deporte. Como yo, también se convirtió en un estudioso de las técnicas de esgrima, su historia y las tácticas teóricas. Como muchos hombres altos, era un luchador defensivo, y como en otros muchos deportes el atacante es el que tiene la ventaja en esgrima. A pesar de eso, Fritz ganó varias medallas en la liga de competición y probablemente llegó más lejos como esgrimista de lo que habría llegado como tenista. Como escritor de peleas a espada, Leiber es el más competente que conozco gracias a su experiencia personal y su estudio histórico.