viernes, 29 de abril de 2016

Leiber y Cervantes

Abril de 2016, fecha importante porque se cumplen 400 años de la muerte de dos de los más grandes escritores de la historia: Cervantes y Shakespeare. Basta con acercarse a cualquier librería para abrumarse ante el aluvión de reediciones y novedades relacionados con los dos autores y con el Siglo de Oro en general.

De la influencia de Shakespeare en la obra de Fritz Leiber hemos hablado largo y tendido ya. ¿Pero qué pasa con la influencia de Cervantes? Es un tema que he investigado mucho pero que, por desgracia, aún no puedo aportar ningún documento en el que el autor hable abiertamente sobre ello. En lo que sí coinciden los que han leído y estudiado la obra de Leiber, en concreto los relatos de Fafhrd y el Ratonero Gris, es en la sombra cervantina que se aprecia en las calles de Lankhmar.

Lankhmar es una ciudad caótica, peligrosa, llena de vicios capaces de corromper las almas más fuertes y honorables. Más que ser una cuna de la civilización, Leiber nos la pinta como un nido de déspotas, tiranos. corruptos y aprovechados, donde la única cosa segura es que tarde o temprano alguien te vaya a estafar. De hecho, lo único que parece organizado es todo este tejido de inmundicia, y por eso podemos encontrar gremios variopintos, como el de los Ladrones o los Mendigos.

Vista de Sevilla (Anónimo, hacia 1570-1600)

Esta ciudad icónica de la literatura de fantasía parece estar inspirada en la Sevilla del Siglo de Oro, que con tanto gusto nos retrató Cervantes en más de una ocasión, y con especial interés en su novelita picaresca Rinconete y Cortadillo. De hecho, os invito a comparar este clásico con el relato Aciago encuentro en Lankhmar (ganador de los premios Nebula en 1970 y Hugo en 1971 al mejor relato).

¿Cómo pudo producirse esta influencia de Cervantes en la obra de Fritz Leiber? Mi hipótesis —como he dicho antes, no he encontrado (aún) ningún documento en el que Leiber hable sobre el tema— es que la compañía de teatro de su padre, que sembró en él su pasión por Shakespeare, tuvo que ser la que le acercara a Cervantes y, probablemente, a otros clásicos de la literatura. El hecho de que creara a Fafhrd y el Ratonero Gris junto a su amigo Harry Fischer pudo haberle recordado al clásico picaresco cervantino de los dos amigos tratando de sobrevivir con su ingenio y mucha mano izquierda en una ciudad tan opulenta como pestilente. Y de ahí a recrear la esencia de los callejones pendencieros de Sevilla en Lankhmar no hay más que un paso.

De lo que no hay ninguna duda es de la influencia que ha tenido la Ciudad de los Ciento Cuarenta Mil Humos en la literatura de fantasía posterior. Hoy en día no nos resulta extraño leer sobre gremios de ladrones, asesinos, mendigos y pícaros de cualquier clase, ni abandonar los bosques y montañas típicos del género para adentrarnos en callejuelas y lupanares plagados de tipos en los que es mejor no confiar. Sin Lankhmar no habrían existido ni Baldur's Gate ni Ankh-Morpork, dos claros homenajes a Leiber y su obra.

Así que, lejos de buscar influencias de la literatura de fantasía en cuentos nórdicos y leyendas celtas, esta vez podemos mantener la cabeza alta y proclamar con orgullo que las bases de Fritz Leiber, uno de los padres indiscutibles de la espada y brujería, está más cerca de casa de lo que podríamos pensar. ¿Qué le habrían parecido a Cervantes las peripecias de Fafhrd y el Ratonero Gris? Eso lo dejo para vuestra imaginación.

miércoles, 20 de abril de 2016

Domingo Santos y Leiber (Parte III)

Última parte de la trilogía de entradas dedicadas a recuperar el prólogo escrito por Domingo Santos para Crónicas del Gran Tiempo, el recopilatorio de relatos que junto con la novela corta El Gran Tiempo forma el otro gran universo de Fritz Leiber, esta vez sin unos protagonistas claros como Fafhrd y el Ratonero Gris, excepto quizás por Greta Forzane.

Domingo Santos nos muestra, en unos pocos párrafos, el lado más humano de Leiber y el lado más humano de sí mismo, aludiendo a su propio trabajo de recopilación y traducción y dialogando con el lector sobre las expectativas de la obra. Además, defiende y argumenta ese punto clave de la Guerra del Cambio que tanta polémica ha generado: contar una historia mediante la ausencia de sí misma.

Como he comentado en otras ocasiones, solo me queda esperar que algún día aparezca la noticia de que una editorial audaz ha decidido recopilar por fin todo el material del Ciclo de la Guerra del Cambio en un único tomo. Solo de pensarlo, se me hace la boca agua...

***

Fritz Leiber, en la convención ChiCon III, septiembre de 1962,
con lo que podría ser un uniforme de Araña (foto de Dean A. Grennell)

Fritz Leiber tiene algunos vicios menores en su carrera literaria, lo que él llama «manías». Cosas que le han marcado en su vida y que aparecen recurrentemente en toda su obra. A Leiber le encantan los gatos. En la Guerra del Cambio no hay gatos, pero esos animales si están presentes en gran parte del resto de su obra. También le encanta el ajedrez, y no hace falta señalar Movimiento de caballo para atestiguarlo. Pero lo que más ha marcado al Leiber escritor es su ascendencia shakesperiana. «Uno no ha mamado toda su infancia en las obras de Shakespeare en vano», me dijo en Brighton. No es una gran magia constituye uno de los más sinceros homenajes shakesperianos que he leído en mi vida, con el aliciente de incluir en él al propio Bardo en persona. Pero aparte de esto, toda la obra de Leiber (y que me perdone él, puesto que me sonrió discretamente cuando se lo comenté, y no me dijo ni sí ni no, sino todo lo contrario) es eminentemente shakesperiana. Desde su sentido épico de la tragedia hasta su humor e ironía, pasando por su propio estilo literario, elaboradamente cuidado, y por la fuerza de sus argumentos.

Leiber interrumpió en 1965 sus relatos sobre la Guerra del Cambio. Según sus propias palabras, «ya había agotado el tema, no tenía nada más que decir». A mí se me ocurren muchas más cosas que sí podría decir sobre este fascinante universo sin espacio y sin tiempo, en lucha en una guerra sin frente ni trincheras. Pero examinando fríamente el asunto, reconozco que Leiber tiene razón. El principal elemento de atracción de la Guerra del Cambio es precisamente su misterio, el tener que imaginar todo lo que se dice. Una excesiva insistencia en el tema obligaría a explicitar muchos conceptos. Entonces perdería gran parte de su magia. Y no olvidemos que Leiber es un escritor esencialmente mágico; su campo principal es la fantasía. Y la auténtica fantasía debe saber dejar todo lo posible a la imaginación del lector. Leiber ha escrito algunos otros relatos que pueden considerarse más o menos conectados con el tema de la Guerra del Cambio, como por ejemplo, recordando así a vuelapluma, Nice Girl With Five Husbands (La muchacha con cinco maridos), aparecido en 1951. Pero Leiber se niega categóricamente a considerarlos como parte de la serie, aunque haya utilizado algunos elementos de ella. Y hay que respetar su opinión. Por algo es el autor. Y el autor, como padre de la criatura, es quien en definitiva tiene la razón. Aunque los editores, por supuesto, se empeñen en opinar lo contrario.

Así pues, los relatos recogidos en este volumen forman, junto con la novela El Gran Tiempo, que los arropa y complementa, la totalidad de los componentes de una serie famosa surgida de la pluma de un autor famoso, que aún sigue produciendo lo mejor de su obra; un autor considerado como uno de los decanos de la ciencia ficción, y el decano indiscutido de la fantasía. Tan sólo una cosa respecto a ellos. Dos de los relatos incluidos aquí, La mañana de la condenación y El soldado más veterano, aparecieron ya en el número 37 de esta misma colección, La mente araña, una selección de varios excelentes relatos de Leiber. Pese a ello, hemos decidido incluirlos de nuevo a fin de ofrecer la panorámica completa de la serie de la Guerra del Cambio. Además, los puristas aficionados a la cotejación observarán que sus versiones son ligeramente distintas; en este volumen se ha ajustado mucho más la traducción a su original inglés, restituyendo en lo posible ese estilo peculiar que constituye uno de los principales alicientes de la producción literaria de Leiber.

Espero sinceramente que todos ustedes disfruten de estas Crónicas del Gran Tiempo. Me consta que Leiber disfrutó elaborándolas. Yo he disfrutado también preparándolas, ordenándolas y traduciéndolas. Supongo que el editor disfrutará igualmente elaborando el libro, aunque solo sea pensando en los posibles beneficios económicos que pueda reportarle (lo cual, no se crean, es un riesgo difícil de asumir). Ustedes constituyen el último eslabón de la cadena. No me defrauden. Me sentiría terriblemente decepcionado si cerraran el libro con un «psché». Aunque estoy seguro de que eso no sucederá. Más bien desearán leer otras historias de este fascinante universo atemporal. Les confieso que yo también..., aunque creo que vamos a tener que esperar.

Sin perder las esperanzas, sin embargo. No olviden que, a sus setenta y cuatro años, Fritz Leiber tiene aún mucho camino por delante. Quizá, dentro de poco...

Al fin y al cabo, él mismo nos lo ha demostrado: tiempo, espacio, vida, muerte, nada existe realmente; de modo que en cualquier momento puede producirse. No sé, quizá...

Veremos.

Domingo Santos

miércoles, 13 de abril de 2016

Domingo Santos y Leiber (Parte II)

En la entrada de hoy sigo con la publicación del prólogo de Crónicas del Gran Tiempo de Domingo Santos. Tras hablarnos de la vida de Fritz Leiber y repasar su obra, nos centramos esta vez en la serie de la Guerra del Cambio y las circunstancias que le rodean.

Una vez más, agradezco a Juan José Aroz de Espiral Ciencia Ficción y a Domingo Santos por hacer posible esta trilogía de entradas.

¿Te perdiste la primera entrada? No hay problema, pincha aquí para leer la primera parte.

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Y, por supuesto, está la serie de la Guerra del Cambio.

Escrita a lo largo de ocho años, de 1958 a 1965, inmediatamente después de su crisis de alcoholismo, la serie de la Guerra del Cambio es considerada como la obra más pura y personal de Leiber. Su acción no puede situarse en ningún tiempo determinado..., porque todo el tiempo es su escenario. Dos facciones «subterráneas» (y es el propio Leiber quien las califica así, puesto que en ningún momento las define ni las sitúa) libran una eterna guerra por la hegemonía en el universo. Los dos contendientes, las Arañas y las Serpientes, intentan conseguir que la ventaja de la guerra se decante a su favor yendo al pasado y modificando constantemente la historia para que encaje con sus intereses. Para conseguirlo, reclutan a los Dobles, gente que es arrancada de su línea de la vida poco antes de morir, bajo la oferta de seguir viviendo eternamente siempre que trabajen para la causa.

Ilustración de Nodel para el relato No Great Magic
aparecido en la revista Galaxy (diciembre 1963)

Expuesta así, la temática de la serie puede parecer original pero no excesivamente alambicada. Es el «toque Leiber» lo que le da su peculiaridad. Leiber no se preocupa en ningún momento de explicarnos los motivos de esa guerra, definirnos quiénes son los que luchan, cuáles son sus metas, ni siquiera las líneas generales de la contienda. No existe una gradación ni una continuidad en las distintas historias de la serie. De hecho, la guerra en sí no es más que un telón de fondo, un decorado común que sirve para hilvanar los relatos entre sí. Nunca sabremos qué persiguen las Arañas con su plateado símbolo del asterisco de ocho puntas, o las Serpientes con su yin-yang negro con los extremos abiertos. Sólo sabremos que en su eterna lucha recorren constantemente la historia de la Tierra y de otros planetas, buscando nuevos reclutas, realizando acciones transformadoras, luchando en los entretelones de una historia distinta. Lo que importa en las historias de Leiber son los diversos personajes que se ven envueltos, algunos a su pesar, otros marginalmente, en esa guerra. El entretejido de la guerra en sí va hilvanándose lentamente a través de los indicios, muchas veces leves, casi siempre apenas insinuados, que van apareciendo a lo largo de los relatos.

La historia más conocida de la serie, a medio camino entre la novela y el relato largo, es The Big Time (El Gran Tiempo, publicado en español por Ediciones Adiax), que ganó en 1958 el premio Hugo a la mejor novela de ciencia ficción del año. El Gran Tiempo es el epítome de toda la serie. Su acción transcurre en un escenario único, una especie de club de diversión y descanso, fantasmal e indefinido, situado en medio de ninguna parte, y atendido por un grupo de «chicas fantasma», que están allí para ofrecer el reposo del guerrero a los combatientes que son retirados de la lucha por un cierto tiempo a fin de que se repongan. En la novela, nada es explicado; todo va brotando a través de la propia acción, y es el lector quien tiene que ir hilvanando los distintos detalles dispersos para formar el conjunto. Y es precisamente esa aparente inconcreción dentro de la novela, en un marco estructurado y medido a la perfección, lo que le da su principal aliciente.

Como se lo da también al resto de los relatos que forman la serie de la Guerra del Cambio, y que ahora reunimos, por primera vez en español, en este volumen. Para mí, una de sus mayores virtudes es su variedad, dentro de lo que parecería tener que ser una monótona uniformidad temática. Cada una de las historias incluidas ofrece un aspecto de lo que es, en su conjunto, esta Guerra del Cambio, vista desde una periferia que nos permite ver no los árboles, sino el bosque. En Intenta cambiar el pasado, Leiber nos habla del reclutamiento de los soldados de la Guerra del Cambio, y de las dificultades que comporta el intentar cambiar algo que ya ha sucedido. Un escritorio lleno de chicas nos muestra la esencia de la que están formados esos Dobles, algo que es inherente a todos los seres humanos. La mañana de la condenación insiste en el tema del reclutamiento, y nos dice que alguien puede servir a dos bandos a la vez... aunque sea de la forma más inusual. El soldado más veterano nos introduce en la operativa de los soldados de la Guerra del Cambio, y en los peligros a que se ven expuestos. No es una gran magia nos presenta, con todo detalle, una operación de campaña dentro de la guerra temporal. Cuando soplan los vientos del cambio nos plantea un elemento nuevo: la existencia de resacas, de vientos, en esas alteraciones forzadas del tiempo. Movimiento de caballo, finalmente, nos ofrece un aspecto entre curioso y divertido de la lucha directa entre los agentes de las dos facciones en pugna, y constituye un digno colofón a esas crónicas, que no me atrevo a calificar de bélicas, aunque sí lo sean.

En este volumen, los relatos están ordenados en la forma señalada por el propio Leiber, una forma que él califica, sonriendo socarronamente, de «cronológica». Dentro de esta gradación «cronológica», Leiber sitúa El Gran Tiempo (que por obvias razones de extensión, y por hallarse disponible en el mercado español su edición castellana, no se incluye aquí) al principio de la serie, entre el primer relato, Intenta cambiar el pasado, y el segundo, Un escritorio lleno de chicas. Yo, por mi parte (y he descubierto que no soy el único en opinar lo mismo), lo sitúo más bien en quinto lugar, entre El soldado más veterano y No es una gran magia. Naturalmente, discutir esto con Leiber sería algo bizantino, de modo que nunca he pretendido hacerlo. De todos modos, conozco ya por anticipado cuál sería su respuesta: «Bueno, no importa, haz lo que quieras». En Brighton, hablando de los problemas que siempre surgen entre autores y editores, dejó caer una frase que considero dolorosamente antológica: «Los editores siempre tienen razón; si no, no pagan». Ante un tal pragmatismo, nada queda por decir.

...continuará...




lunes, 4 de abril de 2016

Domingo Santos y Leiber (Parte I)

Después del parón de vacaciones, os traigo una entrada que tenía muchas ganas de compartir con vosotros. Estoy hablando del prólogo de Domingo Santos que aparece en el libro Crónicas del Gran Tiempo publicado en la colección Super Ficción de Martínez Roca en 1984, y un año más tarde en la Biblioteca de Ciencia Ficción de Orbis. Su importancia radica en que Domingo Santos, por el que siento una profunda admiración y considero un auténtico pionero en divulgar la ciencia-ficción en España, además de traducir este y otros libros del autor —entre ellos El Gran Tiempo (editado por Adiax en España)— conoció a Fritz Leiber durante una convención mundial de ciencia ficción en Brighton, en 1979. En este prólogo no solo nos habla de los relatos que componen el libro, sino también del propio Leiber, dando a conocer datos que ayudan a saber más de la poco conocida persona que era el autor.

Domingo Santos, padrino de la ciencia-ficción en España

Tras investigar sobre los derechos de este prólogo y preguntar aquí y allá, solamente recibía el silencio por respuesta, hasta que por fin conseguí contactar hace un par de semanas con Domingo Santos, a través de Juan José Aroz, que lleva 20 años difundiendo la ciencia-ficción en castellano con su editorial Espiral Ciencia Ficción. Tanto Domingo Santos como Juan José Aroz se han mostrado muy cordiales y no puedo más que agradecerles por cómo se han portado conmigo. Así que, con el permiso de Domingo Santos para publicar su prólogo, dejo de lado la cháchara y os invito a disfrutar del texto que, por su extensión, dividiré en tres entradas.

Fritz Leiber y la Guerra del Cambio

Fritz Leiber se distingue entre los autores norteamericanos de ciencia ficción por dos importantes características. La primera, por ser uno de los decanos en su profesión. La segunda, por ser un escritor ecléctico, que nunca se ha encasillado en un solo género o estilo determinado, sino que ha sobresalido, y sigue sobresaliendo, en varios de ellos.

También reúne otra característica, a la que él no da la menor importancia: la de ser el autor que más premios literarios de fantasía y ciencia ficción ha ganado en el mundo: seis Hugos, tres Nébulas y cuatro premios de literatura fantástica, el Lovercraft, el August Derleth, el Gandalf y el Lovecraft a la obra de toda una vida. Un record que no ostenta por ahora ningún otro escritor de fantasía o de ciencia ficción.

Y me atrevería a decir que posee aún una cuarta característica, mucho más importante que las anteriores: una profunda humanidad, que se refleja constantemente, tanto en su obra como en su persona.

Tuve la oportunidad y el placer de conocer personalmente a Fritz Leiber en Brighton, Gran Bretaña, en 1979, durante la XXXVIII Convención Mundial de Ciencia Ficción. Lo primero que me llamó la atención en él fueron sus pies; no pude llegar a averiguar (no quiso decírmelo) si calzaba un 48 o un 50, pero calculo que debía de irle a la zaga. En un determinado momento me diría, sonriendo: «Mis pies me sirven para mantenerme estable en cualquier circunstancia; gracias a ellos, nadie sabe nunca si estoy sobrio o moderadamente borracho». Debo señalar que Leiber bebe hoy por hoy de forma muy moderada, desde que a mediados de los años cincuenta permaneciera casi cuatro años literariamente inactivo, a causa de problemas con el alcohol. «Ahora lo tengo completamente superado —añadiría un poco más tarde—; en la actualidad, la única droga que utilizo es la máquina de escribir.»


Fotografía de Lars-Olov Strandberg, Seacon '79
(37th World Science Fiction Convention),
Brighton, England, 1979.
Copyright © Lars-Olov Strandberg

Lo segundo que me llamó la atención en él fue su extraordinaria humanidad. Frente a la pedantería de un Silverberg, por ejemplo, o el divismo de un Clarke, ambos presentes también en aquella convención, Leiber fue todo el tiempo la cordialidad y la sencillez personificadas. A sus casi setenta años de edad, erguía su alta estatura y su rostro largo y de afilada nariz como una torre del homenaje en medio de escritores, colegas y fans, tan completamente despreocupado de su calidad de invitado de honor que parecía ser uno más de los admiradores que le rodeaban. En realidad, durante todo el tiempo se lo pasó mucho mejor mezclado con la gente que arriba en el escenario, de donde se escabullía siempre que le era posible. Supongo que si al final de la convención alguien se marchó de Brighton sin obtener de él unas palabras o un autógrafo, o incluso una larga conversación entre amigos, fue simplemente por pura estupidez.

Y sin embargo, pese a su humildad, Fritz Leiber es uno de los nombres más gloriosos de la fantasía y la ciencia ficción norteamericanas, cuya producción sigue manteniéndose hoy en día, tras más de cuarenta años de carrera, en un alto nivel de calidad. Desde que a finales de los años treinta y principios de los cuarenta empezara a colaborar en la revista Weird Tales, verdadero crisol de grandes autores del género, su producción ha mantenido un ritmo constante de éxito y calidad. Al contrario de otros autores, como Ray Cummings, Eando Binder, Orlin Tremaine, que tras una fulgurante etapa en esos años treinta y cuarenta abandonaron el género y se sumieron en el olvido, Fritz Leiber ha seguido sin cesar en el candelero, y sus primeros relatos y novelas son tan reconocidos y considerados hoy como puedan serlo los más recientes. Ello es debido a todas luces a su propio eclecticismo. «No me gustan las etiquetas; escribo lo que me gusta», me dijo al respecto, como sin darle la menor importancia. Nunca ha podido ser considerado exactamente como un escritor de ciencia ficción, no al menos en la forma «clásica». Su desbordante fantasía literaria hace que incluso en sus obras más hard sf, como pueda serlo The Wanderer (El vagabundo), la precursora de la gran oleada de novelas de desastres que nos vendrían luego, su imaginación se decante en brillantes chispazos hacia la fantasía pura. Quizá por eso, como él mismo reconoce, su obra no ha sido tan considerada como la de otros autores. Pese al número de premios obtenidos, su popularidad nunca ha alcanzado las cotas de un Heinlein, por ejemplo, otro de los decanos de edad similar a la suya (Heinlein es tres años mayor que él), y cuya carrera ha seguido un rumbo más o menos paralelo al suyo en el tiempo. Pero eso, a él, le tiene absolutamente sin cuidado.

La vida de Fritz Leiber corre pareja con su obra. Nacido Fritz Reuter Leiber, Jr., el 24 de diciembre de 1910 («Pero no de madrugada, como Nuestro Señor Jesucristo»), fue hijo de un afamado actor shakesperiano de igual nombre y de una madre también actriz. Sus primeros años los pasó entre bastidores, ayudando en la compañía de su padre, haciendo un poco de todo, e incluso saliendo al escenario y actuando cada vez que resultaba necesario.

Este antecedente familiar —el hecho de que tanto su padre como su madre fueran actores—, así como el vivir toda su infancia y su adolescencia en el teatro, tendría que haber marcado al joven Fritz Leiber. De hecho, sí lo hizo; durante su juventud, fue también un apreciado actor shakespeariano, e incluso, como había hecho anteriormente su padre, intervino en Hollywood en algunas películas, entre ellas un pequeño papel en el célebre filme Camille, con Greta Garbo. Su rostro apareció también en varios filmes clásicos de terror, entre los cuales cabe destacar El fantasma de la ópera.

Quizá esto último, junto con el elemento trágicamente fantástico que impregna muchas de las obras de Shakespeare, condicionara el futuro de la carrera de Leiber. Él se limita a sonreír con aire ausente cuando se le pregunta al respecto, y responde con una evasiva, cambia de tema o simplemente no contesta. Lo cierto es que, a finales de la década de los treinta, pasó de la luz de las candilejas a la del foco junto a la máquina de escribir. Empezó a publicar en ese gran templo lovecraftiano que fue la revista Weird Tales, y también en otras revistas paralelas, como Unknown. Relatos de fantasía y de terror, por supuesto. Mediados los cuarenta empezó a publicar también en Astounding Science Fiction, y es probable (Leiber tampoco deja de sonreír cuando se le pregunta al respecto, y elude la cuestión o no contesta) que los condicionantes de la política editorial de esta revista fueran los que le abocaran magistralmente hacia la ciencia ficción. Desde entonces, Leiber incluiría a menudo elementos de ciencia ficción en sus historias, pero sin dejar de ser nunca, básicamente, un escritor de fantasía.

Su obra reúne una ingente cantidad de relatos cortos y, comparativamente, muy pocas novelas. Entre estas últimas cabe destacar su primer gran éxito, Conjure Wife (Nota: os recomiendo la siguiente reseña), aparecida originalmente en Unknown en 1943 y publicada como libro en 1953; una novela de brujería en los tiempos modernos cuya acción transcurre en una facultad universitaria y que ha sido trasladada dos veces al cine, primero como Weird Woman (Mujer extraña) y luego como Burn, Witch, Burn (Arde, bruja, arde), con guion de Richard Matheson, y de la que se ha hecho también una versión televisiva. Gather, Darkness! (¡Concéntrate, oscuridad!) es una notable novela acerca de una Tierra futura controlada por una religión, mediante el uso de una ciencia que es guardada en secreto a fin de poder realizar milagros ante la gente. The Green Millenium (El milenio verde) es una novela de misterio situada en una decadente América del próximo siglo, en la que unos extraterrestres visitan lo que no es más que una degenerada sociedad donde imperan el sexo, el sadismo y la crueldad. Una de sus últimas novelas, Our Lady of Darkness (Nuestra Señora de la Oscuridad), es un impresionantemente hermosa novela gótica, que posee fuertes elementos autobiográficos... o al menos eso es lo que afirma el propio Leiber. Finalmente, The Wanderer (El vagabundo), que le hizo merecedor de uno de sus premios Hugo en 1965, es su más clásica novela de ciencia ficción, en la cual el paso de un extraño mundo por las inmediaciones del sistema solar crea una gran devastación en la Tierra y la Luna. Escrita con una gran complejidad de personajes y situaciones, constituye un antecedente directo del gran número de novelas y filmes de desastres que crearían toda una escuela poco después, y más concretamente del filme Meteoro y de la novela El martillo de Lucifer, de Niven y Pournelle.

Por supuesto, Leiber tiene otras varias novelas en su haber, desde Tarzan and the Valley of Gold (Tarzán en el valle de oro), escrita al estilo Burroughs y prologada por el propio hijo de Burroughs, hasta A Specter is Haunting Texas (Un fantasma recorre Texas). Sin embargo, su mayor éxito de público radica en las series. La más famosa de ellas, que surge al iniciarse su carrera (la primera historia apareció en Unknown en agosto de 1939), es la de Fafhrd and the Gray Mouser (Fafhrd y el Ratonero Gris), conocida también como el Ciclo de las Espadas. Se trata de una serie clásica de Espada y Brujería; incidentalemente, la paternidad de este nombre, Sword and Sorcery, que se ha hecho famoso en el mundo anglosajón para definir ese subgénero particular de la fantasía, se atribuye al propio Fritz Leiber, aunque él, con su socarronería habitual, siga sonriendo y callando cuando se le pregunta al respecto. La serie fue desarrollada a partir de 1934 por Leiber y un amigo universitario, Harry Fisher, que colaboró durante varios años en el desarrollo del escenario.

Iniciada como una sucesión de simples relatos de aventuras, se fue transformando con el tiempo en un complejo entramado, que huye completamente de los clisés que inundan ese subgénero. En la actualidad, los relatos han sido reunidos en seis volúmenes, cuyos títulos empiezan siempre con la palabra Swords... (Espadas...), y de ahí el nombre genérico por el que es conocida la serie. Una de las historias que la componen, Ill Met in Lankhmar (Mal encuentro en Lankhmar), ganó en 1971 y 1970, respectivamente, los premios Hugo y Nebula.